Artículo de opinión publicado el 18 de abril de 2020 en el diario Las Provincias por Jesús Ballesteros, Catedrático Emérito de Filosofía del Derecho y Filosofía Política de la Universitat de València.
La pandemia del Covid-19 está produciendo la mayor parte de situaciones que el gran filósofo y psiquiatra alemán Karl Jaspers llamaba límite (Grenzsituation) como el fracaso, el sufrimiento, la muerte, y que consideraba como oportunidades para que el hombre se superase a sí mismo y diera lo mejor de sí.
En efecto, esta es la gran ocasión de reconocer nuestra dependencia de Dios, de los otros, de la naturaleza, de la realidad en general, así como nuestros errores, muy especialmente el de la idolatría de la tecnología y el dinero. En definitiva, es la gran ocasión para la superación de nuestro narcisismo individual y colectivo, que, como han mostrado diferentes publicaciones (la última, Los narcisos han tomado el poder de M.F. Hirigoyen), es un elemento característico primordial del hombre y de la sociedad actuales.
El narcisismo estriba en la hipertrofia y perversión de la autoestima, que lleva al olvido de la realidad y de los otros, y a la total carencia de sentido de responsabilidad y de culpabilidad. El narcisista individual o colectivo cree que él y/o el nosotros al que pertenece son maravillosos mientras que los otros, los distintos de sí mismo y/o del propio grupo, son detestables. El narcisista desconoce, por tanto, que el recto amor a sí mismo se logra mediante el olvido de sí y el cuidado de los otros. Como advirtió genialmente Georges Bernanos, “es más fácil de lo que se piensa odiarse. Lo difícil es olvidarse”.
A) La oportunidad perdida: dejarse arrastrar por el narcisismo. Por ello el horizonte que se abre ante nosotros depende de nuestra capacidad de reflexión y de no olvidar la experiencia para no recaer en los mismos errores. Si no reflexionamos u olvidamos nuestra reflexión, el futuro ahondará en los fallos ya presentes hoy.
En el ámbito político, puede darse una eclosión de los populismos, manifestación de nuestro narcisismo colectivo. Las que se suelen llamar democracias iliberales son, en definitiva, democracias totalitarias. En ellas desaparece el control del gobierno y por tanto el Estado de Derecho y la sospecha, y la vigilancia se dirige contra los disidentes, contra la oposición. El narcisismo conduce a la eliminación de la libertad política, y a la conversión de los ciudadanos en esclavos.
En la economía, la autorregulación del mercado se seguirá considerando como un dato irrefutable, lo que, unido a la preferencia de los capitalismos y los marxismos por la escalabilidad (todo es mejor cuanto más grande), lleva al abandono de las pequeñas y medianas empresas, y con ello a la extensión del paro y de la desigualdad.
En el ámbito de la cultura, la pretensión de que la libertad estriba en el permisivismo hedonista y en la ruptura de vínculos producirá la conexión entre pornografía y desigualdad social, que ya fue denunciada por la pensadora feminista Catherine McKinnon. La sumisión al placer elimina el juicio y evita toda crítica a la injusticia económica y a la dominación política.
B) La oportunidad aprovechada: superar el narcisismo. Si, por el contrario, se reflexiona y se recuerda la reflexión, la era postcrisis puede suponer el abandono del estilo de vida narcisista, en lo individual y en lo social, y el retorno a lo esencial.
En la cultura: se trata de comprender al ser humano como ser en relación, que es más cuando los demás son más para él y por ello fortificar los vínculos matrimoniales, familiares y de amistad. Ver el tiempo bajo el signo del sosiego, de la desaceleración y de la fidelidad en el largo plazo.
En la economía: hay dar total prioridad al sector primario como paradigma de la economía, y a lo cercano y local, uniendo economía y ecología, para evitar una de las causas más importante de la contaminación actual, la hipertrofia del transporte. Esto resultará todavía más evidente si se demuestra, como ya indica un informe realizado por la Sociedad italiana de Medicina Ambiental, que el coronavirus se ha extendido por las minipartículas (PPM) producidas por la contaminación.
En la política: hay que aprovechar el coronavirus para tomar conciencia de nuestros propios errores y de los de nuestro grupo, y lograr así una solidaridad total inclusiva que fundamente la paz universal. De ahí lo acertado de la propuesta del Papa Francisco y del Secretario General de la ONU de un alto el fuego mundial. Efectivamente, es más fácil unirse contra algo que unirse a favor de algo, porque el mecanismo de proyección de culpa y la búsqueda de chivos expiatorios están muy arraigados en el corazón del hombre. Descubrir un enemigo común, como la contaminación, el covid-19 puede ser decisivo a la hora de lograr una solidaridad que no excluya a nadie.
En definitiva se trata de recuperar el liberalismo político clásico, que buscaba la liberación por medio del Estado de derecho y de desechar definitivamente el libertarismo o neoliberalismo capitalista, que niega la dimensión de la solidaridad y quiere desregularlo todo, conduciendo a la injusticia más radical, condenando a gran parte de la humanidad a la miseria.