Andrea, contigo hasta el final.

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Todo un alegato a la fortaleza. Una muestra de entereza de una mujer que actuó como reflejo del empeño y del ansia de continuar.

En suma, Andrea, enseñanza de vida.

Desde la Fundación Universitas hemos recogido el testimonio de sus últimas horas para hacer eco de esta experiencia y que su nombre no recaiga en el olvido.

Esta es su historia.

Una mañana, un universitario voluntario de la Fundación, reunió a sus compañeros para comunicarles su nueva propuesta: Una anciana de 92 años vivía aislada en su casa, lidiando con los obstáculos de la soledad y el desasosiego. Sorteando los duros escollos del dolor de la enfermedad que la inutilizaba y el pesar aplastante del alma que vive sin consuelo.

 

Los compañeros, prácticamente al unísono, se sumaron a la causa de Andrea y durante los días posteriores fueron a visitar a la anciana.

En una casa antigua, escenario de aflicción y calamidades, descubrieron a una mujer amable, cariñosa y entregada.

Les sorprendió la facilidad con la que confió sus secretos, compartiendo sus hazañas y anécdotas de vida.

 

Ella era hija de padres de recursos limitados. En su juventud, decidió invertir sus esfuerzos en coser trajes para poder salir de esa situación de pobreza. Así, Andrea logró vivir honradamente y valerse gracias a la destreza de sus hábiles manos.

Nunca se casó ni tuvo descendencia. El arduo trabajo diario y la obligación de cuidar a una hermana enferma limitaron sus relaciones sociales.

Los años transcurrieron y ya en la vejez, la enfermedad la obligó a recluirse en su vivienda.

 

Una artrosis degenerativa se apoderó de sus huesos hasta convertirlos en una materia que crujía dolorosa bajo las sábanas. Pese a eso, Andrea continuó rezando por los demás y pidiendo a lo más alto que su voz fuera escuchada.

 

Tenía el pelo blanqueado por la edad y la piel curtida por la veteranía de vida. Desde el lecho de su cama, los voluntarios descubrieron una luz animada y luchadora en una de las tardes que fueron a visitarla: “Una día nos confesó que le gustaban los bocadillos de jamón- comenta uno de ellos- al día siguiente le llevamos uno”

 

Las visitas fueron un seguimiento constante de escucha y compañía solidaria. Los voluntarios se volcaron con esa mujer que siempre suplicaba su vuelta.

 

Finalmente, el pasado jueves día 17 de abril, una vecina llamó a uno de los miembros de la Fundación Univérsitas para comunicarle el fatal desenlace: Andrea ya se había ido.

“Lo has conseguido. Ahora no te olvides de nosotros”- suspira un compañero.

Andrea no gozaba de libertad en su cuerpo, pero ya la tiene en su alma.

 

 

Esta historia no es un caso aislado. Ahora mismo, mientras lees estas líneas, hay personas en situaciones precarias que precisan de tu apoyo.

Toma conciencia, es un caso real. Tú puedas ayudar.

Si quieres formar parte de nuestros proyectos, entra en nuestra página web: www.fundacionuniversitas.org. Aquí ponemos toda la información a tu alcance para que ayudes a personas como Andrea a salir de su rutina de soledad.

Ahora depende de ti. Adelante.