Artículos de opinión. Pensar y hablar en conciencia

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Pensar y hablar en conciencia
Aniceto Masferrer (Profesor titular de Historia del Derecho de la Universitat de València)

Hace unas semanas, en una corriente conversación de sobremesa con algunos colegas, un profesor comentó que le había llamado la atención que el Gobierno hubiera aprovechado el “Día Internacional de la Mujer” para hacer una apologética de la reforma legal del aborto cuando se trata de una cuestión tan controvertida. Además –añadió–, existen otros campos en los que las mujeres padecen un trato desfavorable: un porcentaje elevadísimo de las que están embarazadas pierden su puesto de trabajo, o no logran obtenerlo si lo están buscando.
Lo que me dejó más sorprendido fue, sin embargo, el testimonio de una profesora, quien confesó: “Aunque yo no soy nadie para juzgar ni decir a los demás lo que deben hacer, yo tan sólo diré que no hay cosa que me haya hecho más feliz en mi vida que la hija que he adoptado; y estoy convencida de que su madre biológica sería felicísima si supiera lo feliz que es su hija biológica. Y esto no hubiera sido posible si su madre hubiera abortado. Por mi parte, yo nunca he abortado ni pienso hacerlo porque hay algo que me dice, aunque no sepa cómo expresarlo, que aquello no está bien, y creo que si lo hiciera me sentiría muy mal”.
He de reconocer que su opinión me sorprendió por su forma de darla, respetuosamente y sin apasionamiento alguno, y por su sinceridad, pues dijo sencillamente lo que ella, realmente y en conciencia, pensaba y sentía. Su sencilla forma de expresarla y su sinceridad contrastan con la retórica, el apasionamiento y la marcada carga ideológica con la que estos temas aparecen en los medios. En realidad, siempre he pensado que el tratamiento que se hace de cuestiones como la del aborto desde los medios de comunicación y desde la arenga política está ciertamente alejado de la realidad social, porque el ciudadano medio no afronta ni reflexiona sobre estos temas con la carga ideológica con que se abordan. Si la clase política y los medios de comunicación, libres de las servidumbres de los intereses que les maniatan, procuraran reflejar el verdadero estado de la opinión pública de algunas cuestiones complejas como es el caso del aborto, asistiríamos a un sano y enriquecedor debate bien alejado del estilo zafio, falaz, irrespetuoso y sectario al que nos tienen acostumbrados.
Desconozco por completo la formación religiosa o ideológica de esta persona, ni –a diferencia de algunos– me interesa tampoco. Su testimonio me alegró sencillamente porque dijo lo que, en conciencia, pensaba, y esto no resulta frecuente. Soy de los que piensa que es preferible equivocarse pensando, actuando y hablando en conciencia, que no acertar bajo el yugo de un pensamiento que no responde a los dictados de la propia conciencia, sino a los de una presión social orquestada por unos cuantos que pretenden sustraer la conciencia de cada uno, introduciendo la suya, la cual, gozando del placet de lo políticamente correcto, resulta de obligado acatamiento, no admitiéndose enmienda ni discrepancia alguna. Es la tiranía del nuevo concepto de “tolerancia”, que dificulta la libertad de pensamiento y de conciencia, y que exige, a quienes quieran ejercerla, una actitud de entereza y gallardía que roza la heroicidad. No son estos tiempos para las medianías.
Desgraciadamente llevaba razón Henry Taylor cuando decía que la conciencia es, para una gran mayoría, una mera anticipación del parecer ajeno (The Statesman, 1836), y no lo que ellos piensan realmente sobre las cosas. De ahí el interés de algunos por conducir la opinión pública por algunos derroteros y no por otros. Y el que quiera actuar y hablar en conciencia, que dedique tiempo a pensar primero (lo cual no es fácil), y que aprenda luego a nadar a contracorriente, estando dispuesto a ser tildado de irrespetuoso, intolerante, recalcitrante y reaccionario. O se es heroico, pensando y hablando en conciencia, o se acaba refugiando uno en lo que otros han pensado, ya sea en conciencia o sin ella. He ahí un ineludible dilema vital.

Artículo publicado en el diario «Las Provincias», Columna Universitas, el domingo 6 de abril de 2009.