Benedicto XVI y el poder de la verdad y del amor

Benedicto XVI y el poder de la verdad y del amor

José Marí-Olano, abogado, publicó el 12 de enero de 2023, en el periódico digital El Debate.

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«Verdad y amor forman para Benedicto XVI una alianza tan imprescindible como fe y razón. A través de estas se accede a la verdad y al amor, y con ellas presentes y latiendo el mundo se vuelve un lugar más habitable y cálido, más luminoso y lleno de sentido: un hogar. La verdad es el primero de los valores trascendentales, presupuesta ontológicamente por el bien y la belleza; el amor, ya lo dijo San Pablo, es la primera de las virtudes teologales, el don más eminente del cielo, sin la cual todo logro es vano.En un tiempo –el nuestro–, en que buena parte de la ciencia y de la tecnología no conocen más norte que el de la posibilidad y el beneficio, y a menudo la política e incluso el derecho consisten en un despliegue del poder del engaño y del cálculo estadístico; en que la soledad entre personas es cada vez mayor y la comunicación y el cariño más fríos y virtuales, y las promesas y los vínculos ya no tienen razón de ser porque todo es instantáneo y nada permanece; en este tiempo nuestro el magisterio sabio y piadoso del «colaborador de la verdad» es una tabla de salvación. Sus dos hijas intelectuales, verdad y amor, nos toman de la mano y nos suben a la tabla –¡aúpa!–: «Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre (cf. Jn, 8, 32). Por tanto, defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad. Ésta goza con la verdad (1, Co, 13, 16)».Los aplicados lectores ya sabrán que la verdad para el cristianismo no es algo sino alguien, una persona, Jesucristo. Pero el hombre de hoy parece haber perdido la ilusión y el aliento para salir a su encuentro o para recibirle. Ya se agotó la adrenalina del progreso, la edad adulta preconizada por Kant ha derivado en un nihilismo adolescente, y después de tanta prisa, el hombre ha cedido, no ya al relativismo, sino a la pereza espiritual y a la tristeza –que es lo mismo–, al cinismo y a la incredulidad de que una palabra tan hermosa como inaudita pueda ser cierta: que Él, el Logos, «el eterno Sentido del mundo», ha asumido nuestra vida y la ha hecho suya para siempre –si queremos–, que toma la iniciativa del amor y tiene un proyecto de vida verdadera para cada uno de nosotros, una llamada exclusiva, una vocación.«Pero –detecta Ratzinger– a muchas personas, de alguna manera a todos, esto nos parece demasiado bello para ser verdad. (…) No queremos creer que la verdad sea hermosa. Según nuestra experiencia, la verdad es casi siempre cruel y sucia. Y cuando alguna vez parece no serlo, cavilamos tanto y le damos tantas vueltas que, al final, seguimos teniendo razón con nuestro recelo». Hay una resistencia en el corazón a dejarse amar, a vaciarse y dejarse iluminar por la verdad y hacer por las manos suaves de un Dios humanado que «nos conoce mejor a nosotros que nosotros mismos». Hay una sospecha automática, una cerrazón al Totalmente Otro, una ingratitud al regalo, un déficit de atención y una incapacidad para el asombro, que no puede ser vencida sino muy desde dentro y desde el cielo. Y es que «el Sentido tiene poder; el Sentido es Dios; y Dios es bueno». Como cantó Claudio Rodríguez, «siempre la claridad viene del cielo», y esa celeste claridad, Dios, «viene sin armas, indefensa –en el comedero de Belén, en la casa de Nazaret, en el madero del Gólgota–, porque no quiere conquistar desde lo exterior, sino ganar desde el interior, transformar desde dentro», sin otra fuerza que la de la verdad y el amor.»