Artículos de Opinión. Construir salud (I)

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Construir salud (I)
Carlos Barrios (Profesor titular de Cirugía Ortopédica de la Universitat de Valencia)

Hace pocos años, mientras le hacía un examen médico en la consulta, un político con altas responsabilidades de gobierno se sintió obligado a comentarme -estaba ante un profesional de la salud- que uno de los aspectos más complejos de la actividad política era abordar con rigor y acierto todas las cuestiones referentes a la sanidad. Con la habilidad propia de su función pública me pidió opinión sobre qué ideas básicas teníamos los médicos para llevar a cabo lo que él llamaba “construir salud”.
El significado de cualquier expresión depende de la acepción o ámbito al que quiera referirse. En concreto, los contenidos de la expresión “construir salud” en términos políticos distan mucho de lo que piensa un profesional de esa materia. Los políticos, al menos en nuestra Comunidad Autónoma, cargan más las tintas en la primera parte de la expresión: construir. Así lo reflejan los numerosos carteles publicitarios –de color azul, el color de la salud- en los que la GVA nos indica que está “construyendo salud” para nosotros los ciudadanos. ¡Que no nos enteramos! Que están construyendo, o van a comenzar en breve las obras de 18 o 20 nuevos hospitales, con numerosas habitaciones con camas individuales, amplias áreas de consultas externas, y muchos quirófanos. Alguno de esos edificios puede llegar a ser uno de los hospitales públicos más modernos de Europa. Un paréntesis: convendría no confundir grande con moderno. Lo digo porque la tendencia actual de la medicina moderna, por lo que al edificio se refiere, es que no sea muy grande, pero sí funcional.
Aquella ocasión que me brindó el político para manifestarle cual era la opinión de los profesionales respecto al “construir salud” no fue desaprovechada y le mostré mis dudas respecto a la segunda palabra de la expresión. Construir salud no tiene nada que ver –o muy poco- con los edificios. La clave de la salud no está en los edificios, aunque si es cierto que algo la facilitan. Para resaltar qué significa construir salud en términos reales de salud, me gustaría poner algunos ejemplos de mi propia especialidad. Construir salud es, p. ej., mejorar las tasas de supervivencia de los enfermos con tumores óseos malignos. En nuestra Comunidad Autónoma, a los niños y jóvenes con osteosarcoma o sarcoma de Ewing se les puede ofrecer un 45% de supervivencia a los 10 años. En muchos países de Europa esa tasa de supervivencia llega al 70%. Y eso no depende de los edificios. La demora media de estancia prequirúrgica (desde que ingresa hasta que es operado) de un anciano o anciana con fractura de cadera supera los 4 días en muchos hospitales de nuestra Comunidad. La mortalidad de estos pacientes depende en algunos casos de lo prolongada que sea esa demora. En la gran mayoría de países europeos, esa cifra no sobrepasa las 24 horas. Y eso no depende de los edificios. Una de las enfermedades que más gasto sanitario provoca es la osteoporosis y sus consecuencias, esto es, el alto índice de fracturas en los ancianos. Pues bien, una buena política de prevención mediante la determinación de la densidad mineral ósea (densitometría) en población adulta de riesgo no existe. En este caso, tampoco construir salud depende de los edificios.
Construir salud en términos políticos es rápido y vistoso. Los edificios –aún en tiempos de crisis- acaban terminándose y son un buen anzuelo para el posible votante. Construir salud, para el profesional sanitario, es un problema de mayor calado, de resultados a medio o largo plazo. No obstante, los que trabajamos en salud sabemos que construir salud de este modo tiene una directa repercusión social, de cuyos logros –quizá los edificios no duren tanto- sí que se beneficiarán con toda seguridad las generaciones venideras. ¿No podríamos llegar a un consenso? Construir salud está en juego.

Artículo publicado en el diario «Las Provincias», Columna Universitas, el 29 de marzo de 2009.