EL LEGADO DE BENEDICTO XVI: SOBRE LA POSTMODERNIDAD Y EL GNOSTICISMO

EL LEGADO DE BENEDICTO XVI: SOBRE LA POSTMODERNIDAD Y EL GNOSTICISMO

por Jesús Ballesteros. Catedrático Emérito de Filosofía del Derecho y Filosofía Política (Univ. València).

«Frente a las acusaciones de rigidez integrista, Ratzinger muestra su amplitud de criterio al enjuiciar la realidad de la postmodernidad. De modo semejante a cómo veía la Ilustración, ve también la postmodernidad como ambivalente. Considera en efecto negativa la que proviene de la influencia de la obra de Nietzsche en cuanto éste niega al cristianismo la condición de buena nueva, acusándole contra toda evidencia de entristecer a la humanidad. Y ve también negativo el relativismo postmoderno que él analiza desde dos perspectivas originales: 1) el neo hinduismo, que niega “el valor distinto de las religiones”, y  conduce a una actitud favorable a una simple religión a la carta, estilo ‘New Age’; y 2) el que deriva de la mercantilización de la sociedad, tal como señala en Caritas in veritate.

Por el contrario, Ratzinger ve positivamente la postmodernidad, cuando refleja la ampliación de la razón, entendida como armonía y conjugación de contrarios, considerados complementarios. Este carácter copulativo, integrador, e inclusivo de la razón, evita el reduccionismo, tanto del pensamiento moderno –que oponía el alma y el cuerpo, el individuo y la sociedad, el deber y la felicidad, a Dios y al hombre, etc.–, como del luteranismo –que consideraba inevitable elegir la Escritura contra la Tradición, lo judío contra lo griego, la fe contra la razón, la Gracia contra la naturaleza–, escindiendo al ser humano respecto a sí mismo, creando una conciencia desgraciada. Pablo Blanco, en su libro sobre Joseph Ratzinger, Razón y cristianismo, ha sabido destacado las copulativas que estructuran la obra de Ratzinger (Verdad e historia, Verdad y libertad, verdad y culturas, Biblia y teologías, y praxis y sabiduría), como prueba de la coincidencia de su pensamiento con la postmodernidad positiva defensora de la verdad frente a la certeza.

En su breve autobiografía, advierte cómo “igual que en la física se podría constatar el abandono de la imagen mecanicista del mundo y un cambio hacia una nueva apertura a lo ignoto y también a lo ignoto conocido –Dios–, así se podría observar también en filosofía un retorno a la metafísica”. Esta ampliación de la razón superadora del positivismo y del utilitarismo se produciría en el siglo XX con la fenomenología husserliana y con la hermenéutica personalista. En una entrevista concedida a Vittorio Possenti, con el título, “La religione tra moderno e postmoderno”, cita de modo exhaustivo sus fuentes: el teólogo alemán Johann Adam Möhler, el cardenal Henry Newman y los filósofos de la primera mitad del siglo XX (Ferdinand Ebner, Martin Buber, Theodor Hacker, Peter Wust, Josef Pieper). Habría que destacar muy especialmente también su conexión con el teólogo Romano Guardini, en su gran libro El Contraste. Ensayo sobre una filosofia del viviente concreto, y con los teólogos de la revista Communio, como Von Balthasar, o De Lubac.

Este carácter positivo de la postmodernidad aparece tambiénen la entrevista concedida a Lorenzo Prezzi y Marcelo Matte, redactores de la revista Il Regno Attualità: “Estamos asistiendo a un nuevo paradigma, un paradigma postmoderno, caracterizado por elementos positivos, que lo hacen seguro y realizable” o “Está naciendo una nueva disponibilidad respecto a la fe”.

En su discurso ante el embajador de Italia ante la Santa Sede, el 4.10, 2007, destacó “los grandes desafíos que caracterizan la época posmoderna: la defensa de la vida del hombre en todas sus fases, la tutela de todos los derechos de la persona y de la familia, la construcción de un mundo solidario, el respeto de la creación (la ecología) y el diálogo intercultural e interreligioso”. En este tema, frente a las manipulaciones del laicismo, considera que “lo que ofende a los musulmanes y a los fieles de otras religiones no es hablar de Dios y de nuestras raíces cristianas, sino más bien el desprecio de Dios o de lo sagrado”. Señaló además que una “razón cerrada a lo divino no puede llevar a cabo un diálogo con las diferentes culturas”. A su juicio, la convicción de que Jesús es la Verdad no implica dejar de reconocer “los fragmentos importantes de verdad que existen en otras religiones”.

Frente a los empeñados en contraponer los pontificados de Benedicto XVI y Francisco, conviene tener presente cómo se da en ambos una lúcida conciencia de que el principal escollo para la evangelización y consiguiente defensa de la dignidad humana de todos es el gnosticismo, como herejía empeñada en despreciar la Creación, el cuerpo, el sexo y la materia, que ha acompañado desgraciadamente la historia del cristianismo desde el siglo I, pero que hoy goza de especial protagonismo por el apoyo recibido desde altas instancias del poder mundial, especialmente Silicon Valley. Esta crítica al gnosticismo aparece en varios escritos de Benedicto XVI (Natura e compito de la teología o Creación y pecado), y es, a su vez, la base implícita de la Encíclica Laudato si del Papa Francisco, y explícita de la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate