EL ODIO A LA DERECHA

EL ODIO A LA DERECHA

Juan Alfredo Obarrio Moreno.Catedrático de Derecho romano (Univ. de Valencia).

«Con frecuencia solemos escuchar en boca de los políticos de la izquierda nacional, y por algunos medios de comunicación –oportunamente subvencionados–, que la democracia, la pluralidad, el progreso, la laicidad y el bienestar social son fruto de lo que ellos llaman, sin rubor alguno, “políticas progresistas”. Porque progreso, en esta nueva Neolengua de lo políticamente [in]correcto, es lo que viene de la izquierda, ya que, en su imaginario, la derecha siempre será rancia, cavernaria y hostil a todo lo que supone un avance para la sociedad. Esta, y no otra, es la superioridad moral que proclaman. Una superioridad que, por desgracia, cierta derecha política, que no social, no se atreve a contrarrestar. Ciertamente no me atrevo a aventurar una razón. No sé si es por cobardía, por complejo, por dejadez, por escasez de miras o por todo a la vez. Lo cierto es que no lo hace; y al resignarse, deja huérfanos a gran parte de sus votantes.

Por desgracia, ese odio tribal también se ha instalado en la Universidad. Como profesor universitario, sé que su politización es una de las peores enfermedades que esta puede padecer. También sé que lo oportuno sería guardar silencio, o, en su defecto, ausentarse de la realidad y mirar hacia otra parte. No exclamar que “¡El Rey está desnudo!” puede concederte alguna prebenda académica. Si así actuara, solo contribuiría a la prematura necrológica de una Universidad en la que he crecido y he madurado. No me pidan que viva en la equidistancia.

Ante este demoledor presagio, me pregunto: ¿quién no recuerda el escrache que se le hizo a Rosa Díez en la Universidad Complutense, año 2010, con el beneplácito explícito de Pablo Iglesias, y de un Iñigo Errejón, quien, en su sempiterna inmadurez, se atrevía mostrar una tarjeta roja a la mesa de la conferencia bajo la consigna de “Fuera fascistas de la Universidad”. ¿Fascista esa “española sin partido” que llegó a recibir un paquete bomba en su domicilio por la banda terrorista ETA que no llegó a explotar llamada Rosa Díez? Ya que no lo hacen ellos, permítanme que quien se sonroje sea yo.

Asimismo, ¿quién no recuerda el acoso físico sufrido Cayetana Álvarez de Toledo en la Universitat Autònoma de Barcelona por un grupo de estudiantes, cuya indecente y deshonrosa actitud recuerda los episodios más negros de la pasada centuria? ¿Otro hecho aislado? No, no es un hecho aislado. No lo es en el Campus universitario, como no lo es en el ámbito social o en el ciberespacio.

El último suceso conocido es el que ha padecido Macarena Olona en la Facultad de Derecho de Granada. No iba a impartir una conferencia sobre su visión de la política nacional. Lo que tampoco es infrecuente en la Universidad. Si lo hubiera hecho, nada se le podría reprochar. El tema propuesto era plenamente jurídico: “La defensa de los derechos y libertades a través del Tribunal Constitucional: la inconstitucionalidad de los estados de alarma”. Una cuestión atrayente para docentes y alumnos. Pero la barbarie, contra la derecha, se impone. Ante esta, me pregunto: ¿por qué se permitió una manifestación, a las puertas de la Facultad, con el lema “Fuera el fascismo”?, ¿qué pensaban, que iban a impartir parabienes a la conferenciante? Solo la eficaz intervención de las fuerzas de seguridad evitó, una vez más, que la agresión no llegara a producirse.

Se preguntarán si ha salido en tromba la ministra de igualdad para defender a una mujer que ha venido a exponer su visión jurídica sobre un hecho controvertido como es el estado de alarma, y una vez acabada su disertación, tomar la palabra para dialogar con los presentes. Como ven, un crimen de lesa majestad. En este caso, ¡qué casualidad!, nuestra ministra, siempre tan dicharachera y ocurrente, la misma del “Sí es sí”, la que abraza ardorosamente consignas del calibre: “Las mujeres siempre dicen la verdad”, o “Yo sí te creo, hermana”, nada ha manifestado que uno sepa. ¿Por qué se iba a molestar por una mujer, por una abogada del Estado, por una ex militante de VOX que ha venido a provocar y a proclamar una visión totalitaria? Pero, ya se sabe, para los intolerantes, para quienes no comprenden que las formas ayudan a perfeccionar la verdad, solo importa un tipo de mujer, el resto, ese alto porcentaje de mujeres que no votan a la izquierda, las Rosa Díez, Cayetana u Olona de turno, son, como ha escrito Monedero –su apellido hace justicia a su forma de entender “su vida”–, fascistas y antidemocráticas, por lo que hay que defender a los estudiantes que agredieron a la “feroz” conferenciante, ya que estos dadivosos principios de la ortodoxia “defienden su dignidad y sus derechos frente a quienes se los quieren quitar”. Vejar a una mujer, por el mero hecho de ser ex militante de VOX, le “llena de alegría”. Como ven, todo un ejemplo de cordura democrática. La que, seguramente, aprendió o fortaleció en Venezuela.

Cabe concluir. Pero no sin antes reconocer, con profundo pesar, que la Universidad, como el conjunto de la sociedad, ha quedado expuesta a la actitud de unos cobardes que se amparan en la turbamulta para denigrar a personas e instituciones. Cuando esto sucede, nosotros, los docentes, decimos que nada acontece; una actitud propia de quienes suelen empujar la verdad a un rincón de la mente, para seguir cobijándose en su cómoda torre de marfil, la de lo políticamente correcto.

Pero, es verdad: nada pasa. Sí, nada pasa, porque solo lo sufre la derecha.»