Entrevista de Actualidad Nuria Chinchilla Directora del Centro Internacional de Trabajo y Familia

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Nuria Chinchilla
Directora del Centro Internacional de Trabajo y Familia

Juan Antonio Pérez López, profesor del IESE fallecido en accidente el año 1996, dijo que “si el sigo XXI funciona, será porque la mujer tendrá una mayor participación en la vida social”. Nuria Chinchilla, discípula de este profesor, lo corrobora. Madre de dos hijos, profesora del IESE, licenciada en Derecho, doblemente doctora en Economía y Management, asesora de distintos organismos, públicos y privados, así como de gobiernos tanto estatales como regionales, ha sido también la primera mujer presente en el Top 10 Management. Sus dos grandes áreas de estudio son precisamente las de la conciliación familiar y profesional.

Está claro que la entrada de la mujer en el trabajo ha sido un gran avance, pero algunos achacan la crisis familiar a este hecho.
Sí. Trabajar fuera de casa, tal como está pensada la empresa de hoy, es muy difícil. Venimos de un planteamiento decimonónico, donde el punto de vista del individuo es lo que prima, frente al de la familia; de una época en la que el hombre trabajaba y la mujer se quedaba en el hogar. Pero esto ya es pasado. No obstante, ¿qué ocurre cuando la mujer sale a trabajar y se encuentra con una empresa pensada por hombres y para hombres? Le resulta imposible conciliar trabajo y familia. Entonces, la mujer madre empieza a exigir que tengamos unos tiempos, unas posibilidades; algo que también acaba siendo muy bueno para el hombre, es decir, un hombre de trabajo totalmente distinto. Por eso, hay que repensar la empresa, dar un vuelco al modo de entender la sociedad, pero desde el punto de vista de la familia, que es la que nos da capital humano y social, la capacidad de comprometerse, de ser solidarios…

¿Cuál es la solución, entonces? ¿Rebajar horas?
No, no. Se trata de flexibilizar los tiempos. Es la gran revolución pendiente: flexibilizar los tiempos de modo que se pase de un control por presencia, a un control, de verdad, por objetivos. No porque te vean ahí sentado, ante el ordenador, vas a tener futuro en la empresa, sino porque cumples los objetivos: hacer lo que tienes que hacer, bien hecho; desde tu casa, desde la oficina, o desde la Conchinchina…¡Existe el don de la ubicuidad!

Sigue siendo muy difícil la conciliación…
No digo que no. Hay que saber elegir bien: con quién te casas, dónde vives y a dónde vas a trabajar. Eso significa conocerse y tener un proyecto de vida claro. Si te casas, debes tener clara tu “misión familiar”: ser feliz y hacerlo extensivo a los hijos; así, cuando les exiges, sabes que lo haces porque quieres el bien para ellos. Y con el marido: mi trabajo es parte de su misión, y viceversa; el estudio de mi hija, también es parte de la misma misión. Así, en esta trayectoria vital una integra lo mejor que pueda su trabajo. El lema es: tú, tu marido, los hijos…y cuánto tiempo necesitan de verdad. Tiempo y energías. Y si no existe ese norte, el norte será el que me venga dado y no seremos dueños de nosotros mismos, en definitiva.


Pero, por parte del empresario, no parece que sea tan fácil: cada vez que una madre tiene un niño, son cuatro meses de baja maternal; y ahora, dos semanas al padre…Alguien tendrá que sustituirlos, ¿no?

Pienso que si se alargara la baja de maternidad o paternidad, como en otros países, sería mejor. Aquí, con cuatro meses, la empresa no puede buscar a otra persona: cuando ha aprendido lo que tiene que hacer, se va. En cambio, lo que sí ocurre es que los compañeros de trabajo acaban realizando los trabajos del padre o de la madre en cuestión y esto es injusto; además que, como se quede otra vez embarazada, acabarán diciendo que es una egoísta. Si fuera una baja de, por ejemplo, un año, sí que daría tiempo a la persona sustituta; y, a la vez, la empresa va creando una “cantera” de gente polivalente, preparada para distintos puestos.

¿Cuál es el papel del Gobierno en todo esto?
Llevamos tiempo trabajando para que apliquen desgravaciones fiscales a las EFR (Empresas Familiarmente Responsables), que las apoyen…O, todavía mejor (porque no cuesta nada el erario público), que hayan más puntos en concurso público para las empresas que cumplen unos mínimos de flexibilidad y son EFR. De momento, por puntos… Mi sueño es que ser una EFR sea una condición sine qua non para poder abrir o poder seguir con una empresa; como ya lo es hoy la certificación de calidad ISO. ¿Por qué no una y sí la otra, cuando la familia es tan importante y de ella dependemos tantos?

¿Es usted feminista?
Me considero femenina. Lo otro, son otra vez ideologías. Soy femenina porque soy mujer, y encantada de la vida… ¿Es esto feminismo? No me gustan los “ismos”, pero si me tuviera que definir, hablaría de lo que Janne Haaland Matlary, ex Secretaria de Estado noruega, ha dado en llamar “neofeminismo”: no es una lucha contra, sino una lucha con: con los demás, con los hombres, con las familias…Una lucha contra una misma para, con los que me rodean, avanzar. Es una corresponsabilidad, y es mucho más agradable, porque no vas sola.

¿Cree que es una solución el decir “mitad hombres, mitad mujeres”?
No. Poner cuotas es un error. Lo que hay que hacer es analizar por qué ha habido un fallo y actuar para corregirlo.
Por eso, tenemos que ser conscientes de que, sin querer, llevamos un “filtro” que nos lleva a contratar a nuestros iguales. Es lo que llamamos el “techo de cristal”: el que han puesto siempre los hombres a las mujeres para seleccionar y promocionar.

¿Existe realmente una desigualdad?
Sí. Es un problema que tiene una base rea. Esta nueva ley es una revisión de la Ley de Conciliación del 99. Algunas cosas creo que son equivocadas, pero otras, eran necesarias: las contrataciones, los salarios…Aquí había injusticias grandísimas: si eras mujer, eras “limpiadora”: si hombre, “peón de mantenimiento”…y podrías estar haciendo lo mismo. De todos modos, pienso que el mejor modo de vivir la igualdad de oportunidades es el que se vive en familia, donde realmente queremos a las personas por lo que son, sean cuáles sean sus capacidades, defectos, etc. Hay que aceptar que todos somos únicos e irrepetibles.

¿Quién es, entonces, el agente de cambio?
Cada uno de nosotros. Lo que tiene que hacer el Estado es no entrometerse más en cosas que son de la familia, de la persona, de la escuela…El Gobierno – cada gobierno – debe hacer lo que se hace en las democracias modernas: unas leyes marco y, después, no un “laissez fair, laissez passer”, sino un “dejar a cada uno la responsabilidad que tiene”. Y punto. La finalidad de educar no es del Estado, sino de los padres. Es un hambre de poder que siempre ha tenido todo el Estado… y nuestra democracia, donde sólo puedes votar listas cerradas, ha permitido que sea cada vez más así. Hay que ser valientes y pasar de lo que llaman “políticamente correcto”, porque así no se vive: se malvive.

Entrevista realizada por Jaume Figa
Publicado en la revista Mundo Cristiano