Los populismos como fracaso de la globalización basada en la idolatría del dinero

Los populismos como fracaso de la globalización basada en la idolatría del dinero

Artículo de opinión publicado en el diario Las Provincias el 27 de mayo del 2018 por Jesús Ballesteros,Catedrático Emérito de Filosofía del Derecho y Filosofía Política de la Universidad de València.

“Hagamos frente a la desigualdad obscena”. Este ha sido el lema de la ONG. Pobreza cero para el año 2017. En efecto, el economicismo, base de la globalización, ha incrementado la desigualdad, y al mismo tiempo ha despreciado las diferencias, y con ello las identidades culturales y políticas. La desigualdad adquiere hoy carácter verdaderamente obsceno, al estar basada en el hecho de que un 1% de la población mundial posee más que el 99% restante. Un tipo de desigualdad hasta hace poco ignorado se refiere a la desigualdad ambiental. Existía el error de pensar que los daños ecológicos afectaban a todos por igual, error que se da todavía en el sociólogo Ulrick Beck. Hoy se sabe que afectan especialmente a los más pobres.

Relacionado con el anterior, un tipo de desigualdad especialmente grave es la que se refiere a las condiciones que hacen posible una vida sana: agua potable, nutrientes básicos, fármacos. Esta es la más grave de las desigualdades porque es la responsable del gran número de muertes evitables que se producen anualmente en el mundo.

La  desigualdad pornográfica explica en parte la aparición de los populismos de izquierda. El desprecio de la globalización por las diferencias culturales, por las identidades, contribuye a la creación del populismo de derechas, el nacionalismo. El resentimiento une a unos y otros populismos, ya que están basados en la solidaridad excluyente y en el recurso a los chivos expiatorios. Un ejemplo paradigmático de esta coincidencia entre populismos es el separatismo catalán actual basado en la alianza entre la extrema derecha caracterizada por su proclividad a la rapiña y grupos de extrema izquierda. Ambos sectores están unidos por la arrogancia, el culto más insólito y grotesco a la “poca personalidad” del jefe. El fervor con que acogen sus arbitrariedades y sus caprichos nos está literalmente “torrando”. Otro caso pintoresco es el de Italia, donde es posible que formen gobierno el errático movimiento 5 estrellas, que mira confusamente a la izquierda, y la Lega, que es un movimiento xenófobo, racista homologable con la más dura extrema derecha.

Cuando la gente se siente frustrada, marginada e impotente, lo que más cuenta es el factor emocional. A ello se une la manipulación (la posverdad) de medios como por ejemplo en Inglaterra The Daily Mail o The Sun, durante la campaña, que fue una de las claves del triunfo de los ingleses antieuropeistas. Estos medios envenenaron a la opinión pública instigando el rechazo a la Unión Europea, el odio a los inmigrantes o el miedo a los musulmanes. Así se explica la victoria en las urnas de opciones “no razonables” como Trump, o el Brexit, consecuencia de la frustración provocada por las falsas promesas del capitalismo y la globalización. Aparte de la cooperación de empresas tecnológicas de la información como Facebook que han hecho del desprecio a la intimidad la base de sus negocios.

En su recién publicado libro, La edad de la ira, el hindú Pankaj Misha escribe: “Las masas desarraigadas, víctimas de una estafa sin precedentes del sistema financiero responden a escala planetaria con ‘populismo y brutalidad rencorosa’ a las élites que se apropiaron de los frutos más selectos de la modernidad  y ahora contemplan tanta rabia con perplejidad aturdida”.

Conviene superar el utilitarismo. Desde la caída del Muro de Berlín en 1989 hemos vivido décadas en un estado de intoxicación ideológica, basada en la euforia del capitalismo financiero como el mejor de los mundos posibles y en el progresismo, según el cual el futuro es necesariamente mejor que el presente, y éste mejor que el pasado. Este progresismo olvida la realidad más elemental: la destrucción ecológica se ha multiplicado con el paso del modo de producción agrícola al modo de producción industrial. Una guerra con armas nucleares o simplemente con armas convencionales modernas no guarda relación con una guerra a pedradas. El progresismo impidió ver a la gran mayoría de la población y a los poderes mundiales la crisis del 2008, ya que se pensaba que la difusión del riesgo lo neutralizaba, lo que resultó falsísimo. También impidió ver el surgimiento del Estado islámico, consecuencia directa de aberrantes guerras, promovidas por Washington, en Iraq o Afganistán. El incumplimiento por Washington,  fomentado por Israel y Arabía Saudí del Acuerdo Nuclear con Irán solo servirá para incrementar la violencia en la zona. Menos mal que en este caso Europa, incluso increíblemente Gran Bretaña, no se ha dejado llevar del seguidismo norteamericano.

La idea de crecimiento indefinido es insostenible desde el punto de vista ecológico ya que no hay recursos suficientes y la idea de acumulación no produce mayor felicidad, como advertía Kierkegaard: “La puerta de la felicidad se abre sólo hacia afuera” y lo confirma la paradoja de Easterlin: “una vez cubiertas las necesidades primarias, el crecimiento económico no incrementa la calidad de vida”.

La superación del utilitarismo requiere la conciencia de la prioridad de lo recibido gratuitamente y por tanto del agradecimiento, como clave para comprender la realidad en cuanto dato previo a todo. Así lo afirmó Chesterton con su habitual agudeza: “No puedo menos de sentir que todo lo que hay en el mundo es algo como el despojo romántico del barco de Crusoe. El que haya dos sexos y un sol era para mí lo que era para Crusoe que le hubieran quedado dos rifles y un hacha”.

La alternativa entre el resentimiento violento y la resistencia activa no violenta depende de esta otra alternativa, entre la idolatría del dinero, que lleva inevitablemente a la corrupción –ya que quien cree en el dinero como un absoluto, roba–, y la creencia en Dios, que lleva a la oración –ya quien cree en Dios reza–, y a la solidaridad universal partiendo de los más cercanos, ya que, como decían ya los Santos Padres, “Quien ama a Dios no guarda para sí el dinero, sino que lo reparte ‘según Dios’ […], a imitación de Dios, sin discriminación alguna”.