¡PARAR LA GUERRA YA!

¡PARAR LA GUERRA YA!

Artículo de opinión de Pedro Talavera. Profesor titular de Filosofía del Derecho y Filosofía Política (Univ. València)

«Decía Goethe que ‘pensar es más interesante que saber, pero menos interesante que mirar’. Yo estoy muy lejos de saber todo lo que aparentan esos expertos en la alta geopolítica, que abundan hoy en los medios, pero sí estoy mirando lo que acontece alrededor de la guerra de Ucrania. No miro las imágenes, siempre sesgadas y prefabricadas para la emocionalidad televisiva. Miro lo que está sucediendo en Europa a raíz del modo en que se ha enfocado este conflicto. Y lo que veo me desconcierta bastante, porque constato que el mainstream de los discursos políticos y mediáticos ha virado sibilinamente desde la tradicional posición europea antibelicista (¡no a la guerra!) hacia una posición diversa: si es contra Putin, entonces ¡sí a la guerra! Enviemos armas a Ucrania y alentemos la lucha contra el tirano (incluso nos hemos permitido jalear las bondades del tiranicidio). Es cierto que invadir un país (si no eres los Estados Unidos) no te procura muchos partidarios, pero al comienzo de la invasión, Europa estuvo en el no a la guerra, sí a la vía diplomática y no a enviar armas. Luego la doctrina cambió. Y cuando sigo mirando, veo (aunque puede que sea miope y lo vea mal) que es la OTAN la que infecta todo. 

Pienso que, como consecuencia de la segunda guerra mundial, la posterior guerra fría y la nefasta política de bloques, se ha producido una desafortunada identificación entre Occidente y la OTAN, que nos ha impedido concebir Europa como una ‘realidad cultural desde Finisterre hasta los Urales’, tal y como subrayó el gran papa Juan Pablo II, y que nos ha hecho mirar con recelo a Rusia y a los países bajo su influencia. Buena culpa de esa desafortunada confusión procede de la doctrina ‘neo-con’ angloamericana que siempre ha buscado mantener la confrontación este-oeste como garantía de su supremacía militar y económica. Romper ese esquema e integrar al Este en la Unión Europea (no en la OTAN) es el gran desafío que los europeos deberíamos habernos planteado hace décadas.

La OTAN sigue siendo hoy la piedra de toque del conflicto Rusia-Ucrania. El primer acto de esta guerra fue el ‘Euromaidán’ en 2014 (revueltas y muertos en la plaza Maidán de Kiev) que provocaron la huida del entonces presidente Yanukovich, por negarse a ejecutar unos acuerdos de asociación con la UE y unas leyes lingüísticas marginadoras del idioma ruso que la mitad del país, favorable a Rusia, rechazaba (en Crimea 95%). La consecuencia fue la anexión de Crimea por Rusia, alentada por la mayoría prorrusa de la zona. Putin afirmó entonces que la sede de la flota rusa del Mar Negro (que un reciente acuerdo con Ucrania prorrogaba 20 años más), no podía quedar al albur de la OTAN.

El segundo episodio del conflicto comenzó en diciembre pasado, cuando Zelenski agitó de nuevo el avispero del ingreso de Ucrania en la UE y en la OTAN. Putin, de nuevo agraviado, comienza maniobras en la frontera, invoca los acuerdos Baker-Gorbachov de 1989 (la OTAN no puede extenderse hacia el Este) y propone firmar tratados para excluir a Ucrania de la OTAN y reducir las tropas OTAN en Europa del Este.

Además de demonizar a Putin, debemos admitir que la clave está en la OTAN, una organización militar, muy desprestigiada, que ha encontrado aquí el motivo que buscaba desesperadamente para legitimarse de nuevo y generar en Europa un clima favorable al armamentismo, rehabilitando el ya superado ‘si vis pacem para bellum’.

La OTAN ha manejado hábilmente este escenario, sugiriendo que todo se debe a que no puede defender a Ucrania, y así ha conseguido suscitar un fervor belicista, impensable en Europa hace apenas unos meses. Alemania, de la mano de un canciller socialdemócrata (¡aliado con los verdes!), declara su voluntad de constituir el ejército más numeroso y mejor dotado de Europa. Si lo hubiera hecho hace seis meses, Europa se habría echado a temblar con el fantasma de un nuevo rearme alemán. Ahora, sin embargo, a Ucrania se la considera como los ‘sudetes’ y hay que armarse contra el nuevo Hitler.

Así la OTAN resucita, tras la humillación de Trump, como la organización más necesaria de Europa. La ONU confirma su patética irrelevancia e inoperancia. Y a Google y Facebook les parece estupendo que en sus redes se aliente a matar a Putin y a todos los rusos que le apoyan. ¿Es esto lo que pensamos los europeos?

En lugar de hacer lo imposible por PARAR LA GUERRA YA, forzando a Putin y a Zelenski a sentarse en una mesa (cosa que los Estados Unidos, la UE y China pueden hacer cuando quieran), la respuesta que estamos dando es alentar a los ucranianos a la guerra, enviándoles armas (¿les llegarán?) para que sigan muriendo impunemente y su país quede arrasado, mientras que los europeos colaboramos heroicamente en su lucha bajando un grado la calefacción de nuestras casas.

Yo detesto a Putin. Y confío en que algún día sea juzgado por crímenes de guerra. Pero pienso que el mensaje de Europa tiene que ser la paz. Hay que parar la guerra como sea y evitar que sigan muriendo personas (sean del bando que sean). ¿Dónde están las manifestaciones cada día en todas las ciudades europeas exigiendo parar la guerra ya? ¿Cómo hemos caído en el discurso belicista? Ok a las sanciones económicas, pero sabemos que Europa puede y debe hacer mucho más. No debe dejarse amedrentar por el fantasma de Chamberlain (que ha debilitado mucho la diplomacia) y no debe dejar ni el más mínimo protagonismo a la OTAN.»