Artículo publicado en el diario Las Provincias del domingo 14 de agosto del 2016 por Carmelo Paradinas, Abogado.
“Tengo por norma no citar expresamente instituciones, partidos políticos y, mucho menos, personas concretas, por mucho que su condición pública lo permita. Hoy tengo que hacer una excepción necesaria para el debído entendimiento de este artículo.
En la difícil situación política que estamos atravesando, asistímos a una campaña de acoso y derribo contra el PP, único partido que, situado realmente en un peculiar centro derecha, en la práctica capitaliza los votos de toda la derecha española. Arma de doble filo que le ha permitido gobernar con mayoría absoluta pero ahora le obliga a acudir a las urnas en solitario.
Argumento básico para ese acoso es la corrupción que, como una inoportuna peste biblica, ha caído sobre las huestes de Mariano Rajoy. Inoportuna para ellos, pero oportunísima para sus contrincantes, el PSOE y los nuevos partidos emergentes, mayoritariamente populistas. Creo que hay algo importante que decir a ambos.
Jacinto Benavente, en su drama «La honradez de la cerradura», hace un planteamiento fundamental sobre la honradez. El protagonista de la obra es un matrimonio que diríamos modélico. Cumplidores, buenos vecinos y absolutamente honrados hasta que, aprovechando una oportunidad de apropiarse impunemente de lo que no era suyo, dejaron de serlo. A las virtudes les sucede lo mismo que a los militares; el valor se les supone, pero sólo lo acreditan en acción de guerra. Nadie se puede considerar justo, generoso, sobrio, fiel, honrado, si no se enfrenta, en oportunidades importantes, decisivas, con el vicio contrario y lo vence.
Esos partidos que, para entendernos, seguiremos llamando «emergentes», no han tenido oportunidad de acreditar su honradez, pues nunca han gobernado. Como a aquellos militares, la honradez se les supone, pero aun no han tenido oportunidad de probarla. En términos taurinos, la corrida de la honradez ellos la están viendo desde la barrera. Lástima de una máquina del tiempo que nos permitiera evaluar ahora mismo, in situ, en qué quedará esa su presunta honradez dentro de unos cuantos años.
Por lo que respecta al PSOE, la cosa es muy diferente. Sin rodeos, y lamentando los términos, es el suyo un caso de cínica hipocresía. Como Pedro Sánchez es joven, acaso haya que explicarle que en la democracia española el término «corrupción» no sólo lo estrenó su partido, sino que, rizando el rizo, lo perfeccionó al máximo. Casos como el asunto Filesa, o aquel personaje que falseando títulos y antecedentes llegó a director de la Guardia Civil, desde donde saqueó a su gusto; o aquella directora del BOE, que, con la pasividad de su partido, hizo lo propio. O el increíble entramado del PSOE andaluz… y tantísimos otros. Por supuesto, no hacemos énfasis en maniobras al margen de la ley para financiaciones políticas, que delito son, pero de otra naturaleza. Y, por supuesto, ni siquiera hacemos mención de algunas decisiones para combatir el terrorismo, muy graves y muy equivocadas, que a algunos llevaron a la cárcel. Nos referimos exclusivamente a delitos contra la propiedad en beneficio propio.
El colmo de ese cinismo es que el señor Sánchez se niegue a sentarse a negociar con el PP, como si sus líderes padecieran una vergonzosa enfermedad contagiosa, cuando, simultáneamente, en esos mismos momentos -dejemos ahora «memorias históricas»-, miembros del PSOE están siendo imputados por la misma clase de actos de que el señor Sánchez tanto parece escandalizarse.
Que no sienta escrúpulos el jefe socialista, que no le contagiará el PP; está convenientemente vacunado por lo que sucede en su propia casa.
Todos aceptamos que el poder desgasta, pero parece que olvidamos, aunque así es, que parte de ese desgaste proviene de que unos desaprensivos torpedean el prestigio de su propia formación política. PP y PSOE pagan el tributo de sus muchos años de gobierno y dentro de ellos nadie debería rasgarse farisaicamente las vestiduras por pecados que son también los propios.
Incluso en el ámbito de la política, en el que todo parece valer, es impropio, por fuera de momento, cargar las tintas en tal argumento para atacar a un contrincante ante unas elecciones generales en las que está en juego el porvenir del país. Imaginemos a una persona que precisa una intervención quirúrgica a vida o muerte y, ante el ofrecimiento de ser operado por el indudable mejor especialista del mundo, lo rechazara al enterarse de que tal cirujano ha cometido irregularidades en su declaración de la renta. Todos estaríamos de acuerdo en que, además de enferma, esa persona es idiota.
Busquemos la eficacia, lo positivo, lo serio. Déjese de opotunismos y demuestre el señor Sánchez que el PP no ha conseguido cosas positivas, que lo ha hecho todo mal, muy mal. Demuestre que él, con su experiencia y el saber hacer heredado de su antecesor el señor Zapatero, lo haría muchísimo mejor. No sé si conseguiría más votos, pero sí más puntos como político serio”.