Publicado en el diario Las Provincias. Domingo, 25 julio 2010.
El beso del portero y la reportera
Por José Sarrión Gualda. Catedrático de Historia del Derecho. Universitat Jaume I.
El reciente campeonato mundial de fútbol se ha cerrado y sellado con el beso más espectacular de la historia, no por su ejecución, más bien recatada y contenida, sino porque ha sido presenciado por gran parte de los aldeanos globales. El trabajo informativo de la reportera, junto a la portería del rectángulo de juego se temía que pusiese en peligro la concentración del guardapuerta en su misión de despejar o parar todos los balones que amenazasen su portería. Si el equipo español perdía dos partidos se truncaba la posibilidad de que nuestros muchachos siguiesen adelante haciendo un saludable ejercicio físico en competición con las selecciones de otros países.
El primer encuentro significó la representación del primer acto de una tragedia nacional, pero en los siguientes mejoró la actuación de nuestro equipo. Se ganaron los sucesivos partidos, contando con un portero siempre atento y concentrado, que resolvió con acierto todos los lances y sobresaltos, a que nos sometían los equipos extranjeros. El beso del portero a Sara (todos ya la conocemos) confirmó y selló la actuación acertada del futbolista y de la periodista, porque la función del beso, a lo largo de la historia, ha consistido fundamentalmente en confirmar y sellar un sentimiento de amor, un acto, un compromiso, un pacto o acuerdo de paz.
Confirmación del amor, con carga jurídica, representaba el beso entre los esposos (así llamados antiguamente los prometidos) en la Bética hispana y que fue recogido y expandido por el Derecho romano por todo el Imperio. Si uno de los esposos fallecía y había mediado el beso, el sobreviviente conservaba la mitad de los bienes y regalos, donados por la obra parte. Esta solución jurídica, con ciertas variantes fue incorporada a los textos visigodos y españoles. Incluso en la Edad Media en una fazaña (sentencia del Rey o un alto juez) se cuenta que una burgalesa, pudorosa u orgullosa, prefirió devolver todos los regales recibidos de su prometido, cuando el compromiso se rompió, con tal de no reconocer o dar a entender que había sido besada.
El beso (ósculo) está presente en la relaciones feudo-vasalláticas en Europa. El beso confirma y sella, junto con otras ceremonias y símbolos, el sometimiento del vasallo al señor, pero estableciendo una fidelidad mutua. En el feudalismo castellano, el beso en la cara, se sustituye por el besamanos del vasallo al señor. De esta parte del ceremonial feudal ha llegado hasta la actualidad una huella de significación de respeto. Acudía la chiquillería a besar la mano del párroco, cuando lo encontraba en la calle. Se inclinan todavía algunos caballeros, en ademán de besar la mano que les tiende una señora.
En ocasiones, un beso ponía fin al desamor y malquerencia. En una ley de las Partidas, el texto legal más importante de Castilla, el Rey Sabio establece que si dos se quieren mal por razón de algún delito; y sucediere que «se acuerden para haber su amor deconsuno. conviene que se perdonen y que se besen. porque el beso es señal que quita la enemistad del corazón» (un beso de paz).
Hemos dejado para el final los besos carentes de valor o negativos. Hay besos vanos, pórtico de una relación sexual esporádica o pagada, sin el ligamiento del amor. Hay besos inmorales, por adúlteros, que confirman y sellan un engaño. Hubo un beso único e irrepetible, el de Judas a Cristo, que señaló una traición. Hay besos que sellan un silencio en organizaciones secretas. Han existido besos robados a la mujer, que se han castigado como injurias.
En un Derecho penal antiguo de Francia, había besos impuestos como castigo o pena: el que robaba un perro de caza era condenado a dar tres vueltas a la plaza pública con el perro, al que tenía que besar el trasero, parte corporal a la que los prisioneros eran obligados a besar a los vencedores, durante las guerras civiles en la Edad Media.
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