Mariano Gómez, un gran valenciano de adopción

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Publicado en el diario Las Provincias. Domingo, 20 marzo 2011.

Mariano Gómez, un gran valenciano de adopción
Por Pedro-Pablo Miralles Sangro. Catedrático de Derecho Internacional Privado. Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Autor del libro Al servicio de la Justicia y de la República: Mariano Gómez (1883-1951), Presidente del Tribunal Supremo. (Madrid 2010).

Hace ahora sesenta años, fallecía Mariano Gómez en su exilio de Buenos Aires (25 de marzo de 1951). Gran valenciano de adopción, fue cruelmente olvidado en los años posteriores a la guerra incivil (1936-1939) y por ello es obligado hoy recuperarle para la historia de España, particularmente la de Valencia.
Mariano Gómez nació en 1883 en la localidad almeriense de Huércal-Overa. De sus padres recibió una sólida formación humanista y cristiana, que supo mantener intacta durante toda su vida a pesar de las convulsiones de la sociedad de su tiempo. Conservador, demócrata y republicano por convicción, vivió en Valencia los momentos más importantes de su vida y se comprometió con la sociedad hasta límites insospechables, huyendo de protagonismos incompatibles con la rectitud de los principios y valores recibidos en su juventud.

Licenciado en derecho civil y canónico (1904) y doctorado en Derecho (1906) en la Universidad Central de Madrid, se dedicó a la enseñanza, primero en la Universidad de Zaragoza como Auxiliar de Derecho, fue pensionado en el extranjero por la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1909) –en la misma convocatoria que Giral, Federico Castejón, Lorenzo Luzuriaga, Julio Rey Pastor y Juan Ruiz Casaux–, y en 1915 obtuvo la Cátedra de Derecho Político Español, comparado con el extranjero, de la Universidad Literaria de Valencia.

De su matrimonio con Visitación Alfaro (1920), nacieron sus tres hijos valencianos: José Antonio, fallecido a temprana edad en Buenos Aires, Mariano y Charito, que siguen viviendo en Argentina desde que junto a sus padres les tocó padecer el exilio, son hoy un ejemplo de generosidad y sencillez, nunca han pronunciado una palabra de rencor sino de esperanza hacia España y para sus hijos, nietos y biznietos.

En la presidencia del Ateneo Mercantil (1924-1930) logró que la institución fuese centro de atención cultural sin precedentes, bastión opositor a la dictadura de Primo de Rivera y en sus locales se dictaron conferencias por personajes públicas como José Calvo Sotelo, Miguel Maura o Alvaro de Albornoz. Gran conversador, su querida quinta de San Juan, lugar de descanso familiar en la Malvarrosa, fue punto de encuentro de una lista interminable de personajes públicos de la época como José Castán, Blasco Ibáñez, Max Aub, Ramón Franco, los hermanos Grau, Ricardo Baeza o José Cano Coloma.

Candidato elegido en las municipales de abril de 1931, fue primer Teniente Alcalde y participó de forma destacada en la proclamación pacífica de la II República, en la que se utilizó “la marsellesa” como himno festivo de sus bandas de música tradicionales por las calles de Valencia. Elegido Rector de la Universidad Literaria (1931-1932), tuvo como Vicerrector al insigne médico Juan Bautista Peset, fusilado al término de la guerra. Nunca la Universidad Literaria tuvo un tándem rectoral de ese nivel humano y académico. Los cambios democráticos no se hicieron esperar en docencia, investigación, mejora de infraestructuras y aproximación de las aulas al mundo del trabajo. Compaginó el Rectorado con su nombramiento como Consejero Permanente de Estado. Y como buen valenciano, destacó por sus buenos oficios para garantizar que la procesión de la Virgen de los Desamparados en mayo de 1931, se desarrollase con el respeto y tranquilidad tradicionales.

Como Magistrado del Tribunal Supremo (1932-1939), primero en la Sala Sexta (Justicia Militar), que llegó a presidir, y después en la Presidencia del alto Tribunal durante los tres años que duró la guerra (1936-1939), logró que no se dejasen de tramitar y resolver los recursos a pesar de las dificultades del conflicto bélico y el sucesivo cambio de sede del Tribunal (Madrid, Valencia, Barcelona). Trabajó sin descanso en las tareas de canje de prisioneros, destacó por su eficaz labor junto al Ministro de Justicia Manuel Irujo para acabar en territorio republicano con las detenciones irregulares y los asesinatos conocidos como “paseos”. Con la energía que le caracterizaba realizó todo tipo de gestiones humanitarias con las representaciones diplomáticas extranjeras y organismos internacionales. Desde su exilio en París en febrero de 1939, se dedicó plenamente a la atención humanitaria de los refugiados en Francia y el exilio en general.

Llegó a Buenos Aires en el buque Alsina en mayo de 1940. Allí trabajó sin descanso para sacar adelante a la familia ante las negativa de las autoridades argentinas de admitir en sus aulas a profesores exiliados españoles, apoyó a todos los colectivos del exilio y, mientras, en España, la represión emprendida por el nuevo régimen le expolió todas su propiedades, le expulsó de la Cátedra y la Magistratura, le persiguió en la jurisdicción militar y fue condenado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas.
Los restos mortales de este gran valenciano de adopción que fue Mariano Gómez reposan cristianamente en Argentina. Todo un ejemplo de entrega generosa al servicio de la sociedad, la Universidad, la Justicia y la modernización de España.

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