Entrevisa a Eduardo Verástegui, actor y productor.

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«El cine tiene que sanar el corazón de la gente»

Eduardo Verastegui

La metanoia de la tierra es cuando nuestro planeta gira para conquistar la luz del sol y la noche se hace día. Un cambio radical. Por eso, en el plano personal o incluso en el espiritual, se usa esta palabra griega para hablar de conversión, de arrepentimiento. Hoy, Eduardo Verástegui, mexicano nacido en una familia de agricultores en una de estas ciudades de nombre impronunciables para los españoles, Xicoténcatl, va por el mundo entero contando su propia metanoia.

A los dieciocho años dejó los estudios de Derecho para hacer carrera en el mundo del entretenimiento y, por decirlo de algún modo, no le fue mal. Como cantante del grupo Kairo, subió a muchos escenarios, después triunfó también como solista en más de trece países y como protagonista de cinco telenovelas, emitidas en diecinueve países. También ha sido portada de revistas y más revistas internacionales y People en español, le votó como uno de los cincuenta hombres más guapos del planeta. También ah sido actor en series de televisión como CSI Miami o Embrujadas y protagonista de un videoclip con Jennifer López y… ¡en Hollywood!

Toda la historia del éxito fue antes. Antes del ‘cambio’, antes de su metanoia. Como un San Pablo moderno- donde los gentiles son actores y directores de Hollywood, periodistas y gentes del mundo-, Verastegui también cayó del caballo y algo le hizo mudar por completo su estilo de vida: “ya no soy yo quien maneja mi vida, sino Dios”, dice.

Cantaba, era actor, las mujeres lo adoraban… ¡lo tenía todo!
Sí, eso es lo que pensaba, sí. Mi carrera era lo único que realmente me importaba en la vida, mi carrera era el éxito y lo había conquistado.

Pero…
Pero no era feliz. Sentía un vacío debido a que usaba mis talentos de forma egoísta y tenía una vida frívola, superficial…Pensaba que el verdadero hombre era el donjuán seductor y mujeriego. Vivía en un mundo donde el machismo imperante me decía que cuantas más novias tuviera mejo y el ego se convirtió en mi mejor aliado y una vanidad terrible me iba matando poco a poco, haciéndome perder la perspectiva de lo que estaba bien y lo que no. En el fondo, me encontraba como metido en un laberinto, buscando una salida que no encontraba. Chocaba con la pared a cada paso. Era terrible. Cuando estás así, nada tiene sentido y buscas “anestesiarte” con las drogas, el alcohol, los placeres…pero no hay salida. Todo está oscuro.

¿Qué fue lo que le llevó a dar ese cambio?
Andaba buscando la verdad pero ocurría que la presa que buscaba era falsa, y no lo sabía. Yo siempre tuve la intención de hacer lo correcto y cuando me daba cuenta de que había hecho daño a alguien, me arrepentía. El problema es que muchas otras veces, ni me daba cuenta, y yo seguía y envenenaba a la sociedad con todas mis sandeces y todas mis tonterías. Y…¿sabes qué es que te abran los ojos de golpe y veas que más de diez años de tu vida han sido totalmente desperdiciados y, peor aún, que has hecho daño a muchísimas personas y no sabes cómo repararlo? Pues produce un sentimiento muy profundo de culpa y tristeza.

Pero esto no viene de la noche a la mañana.
No, claro que no. Nací en una familia que ha sido un regalo de Dios para mí: mis padres, mis tres hermanas, y todos los principios que me inculcaron en casa estaban sembrados en algún rinconcito de mi vida aunque algunos muertos, otros a punto de morir, otros vivos… Mi madre rezó mucho por mí y yo siempre digo que no hay nada más poderoso que las oraciones de una madre por sus hijos.

Y tuvieron que pasar unos cuantos años…
Sí, sin darme cuenta vivía como en una idolatría: ser actor, tener fama, seguir explorando diferentes géneros en la actuación… Un día, por casualidades de la vida- que al final acabas viendo que es la Providencia-, coincidí en un vuelo con un magnate de la Fox que me ofreció un papel para una película. Por supuesto, estaba encantado porque era ¡la Fox! ¡Una de las grandes de Hollywood! , pero no sabía más inglés que hello, good morning y my taylor is rich… “No te preocupes”, me dijo, “apréndete las frases de memoria” y acabaron poniéndome una profesora de inglés quien, otra “casualidad” de ésas, era católica ¡con lo difícil que es encontrar a alguien católico en esa fábrica de sueños!

¿Y comenzó a hablarle de Dios?
Bueno, en realidad hizo una auténtica obra de arte conmigo tras unos seis meses de discusiones, casi diarias, hablando del hombre, de teología, de Dios, de la Iglesia… A veces nos enfadábamos y ella se iba. Después la llamaba para disculparme. En el fondo veía que ella tenía razón, que iba por el buen camino, pero había cosas que yo no podía, no quería aceptar. Era como si nunca hubieras corrido en tu vida y, de repente, te llevaran a una maratón y, claro, me ahogaba, me mareaba. Para mí, era más difícil rechazarlo porque me daba mucho miedo. Por mi cabeza iban y venían dos preguntas clave: ¿quieres cambiar tu vida para siempre? Y si la respuesta era un “sí”, la segunda era más dura todavía: ¿estás dispuesto a lo que sea necesario para dar ese paso? Eso significaba desprenderme de cuarenta mil cosa. De toda mi carrera. ¿Cómo iba a desprenderme de lo que era, en ese momento, el objetivo de mi vida? ¡No podía!

Pero pudo…
Un día, antes de irse, la profesora me preguntó: “Si amas a Dios, como tú dices, ¿por qué le ofendes? ¿Por qué rompes sus mandamientos, si tanto lo amas? Fue como un auténtico KO pero mi soberbia no podía aceptar que ella se diera cuenta. También porque ella era mi única amiga, me avergonzaba que me viera en esa situación. Me mostraba frío y esperaba que sólo esperaba que me dejara.

Entonces…
Cuando cerró la puerta me metí en mi cuarto y no sé qué me pasó. Estuve llorando varias horas. Como un volcán de desahogo, de tristeza, de perdón… tirado en el suelo, humillado. Pensaba en cuántas personas había lastimado, a cuántas mujeres…No me importaba que a mí me hubieran hecho daño porque yo, como hombre, merecía eso y mucho más. No podía soportar ver lo que había hecho a los demás. Quería hincarme de rodillas ante ellos para pedirles perdón, quería hacer marchar atrás en el tiempo y volver a empezar pero eso sí era imposible.

¿Y qué hizo? ¿Se lo dijo a su profesora?
No. Tardé un año en decírselo. Ella aún pensaba que estaba hablando con una piedra, pero yo ya era un corazón derretido. Necesitaba hablar con alguien en español y me presentaron a un sacerdote que me ayudó. Acabé confesando durante casi tres horas. Después, lo vendí todo: quería irme de misiones a la jungla, olvidarme de todo mi pasado. Pero no, “tu jungla es Hollywood”, me dijo el que comenzó a ser mi director espiritual.

¡Eso sí es una jungla!
Sí y me daba miedo, pero quería comerme el mundo. Tenía ganas de gritar: “¡Cambiad! ¡Esto está mal!”. Quería ir a todas partes a plantear las mismas preguntas que me dijo mi profesora: “Oye, tú, ¿por qué esto y esto?”. Y me lancé pero no funcionaba por más que lo articulase de distintas formas.

No siempre dos más dos son igual a cuatro…
Efectivamente. Deseaba que todo el mundo hiciera lo mismo que yo, que se confesara, que fuera a Misa…Una vez le dije a un monseñor que rezara por alguien muy cercano a mí que quería que se convirtiera y que, por más cosas que le había dicho, no había manera. “Yo rezaré por dos cosas”, me dijo, “para que se convierta y para que a ti no te toque verlo”. Eso me tumbó. Sin que abriera más la boca entendí lo que me quería transmitir: el llamado apostolado de la amistad. Así fue como envainé mi espada y me dediqué a escuchar, a comprender…Cada cual a su debido tiempo. Es Dios quien da la fe. A mí me rescató y es a mí, ahora, a quien toca rezar por la conversión de los demás. Y lo hago diariamente en Misa.

Yo sé que no puedo seguir con mi misión si no voy a Misa todos los días y cualquier entrevista, rueda de prensa o lo que sea, se hace teniendo en cuenta cuándo voy a poder asistir. Para mí, es lo más importante del día. Tengo que ser consciente de que Dios me ha dado la oportunidad de trabajar en una misión, y para que sea Él el mensaje y no yo, hace falta que lo reciba todos los días. Y ¡qué bueno es levantarte todos los días, sabiendo que estás en una misión que es mucho más grande que tú!

¿En qué consiste exactamente esta misión?
Yo con mis trabajos como actor y latin lover había alimentado el estereotipo de latino que tan común era y es, en el cine: el borracho, el mujeriego, el drogadicto…Quería limpiar esa imagen y le prometí a Dios que nunca más aceptaría un trabajo en el que se ofendiera a mis creencias, a mi familia y a la comunidad latina, tan presente en los Estados Unidos. Quería hacer un cine al que pudiera ir con toda mi familia y no tuviera que tapar los ojos a mi abuela, a mis hermanas o a mis padres, cosa muy difícil, hoy. Así que estuve seis años sin trabajo, rechazando todos los proyectos que me presentaban.

Es duro.
Sí, pero me sirvió para convencerme que si quería algo a mi manera, tenía que hacérmelo yo. Así fue como Alejandro, Leo y yo fundamos a finales de 2004, Metanoia Films. Para mí, el cine es luz, es un arte que debe sanar. Como una mano que saliera de las pantallas para tocar el corazón de los espectadores y los sanara. Y es lo que queremos hacer: usar nuestros talentos para servir a los demás, hacer un cine en el que actores y actrices no tengan que comprometer sus principios y en el que sean tratados como me gustaría que trataran a mi mujer, a mis hijas, a mis hermanas o hermanos.

¿Es posible llevar este mensaje a Hollywood?
Algo así me preguntaba yo, “¿cómo puedo practicar mi fe, yendo a Misa todos los días, sin comprometer mis principios y, a la vez, teniendo éxito?”. Pero Leo, mi socio, me hizo ver que no era ése nuestro objetivo. Me dijo “acuérdate que estamos llamados a ser santos, a hacer la voluntad de Dios; no a tener éxito…Si llega, bien. Y, si no, también”. ¡Qué alivio, entonces! Yo nací como los demás hombres: para conocer, amar y servir a Jesucristo, ¡y ya está! Así que nos pusimos manos a la obra, pero con sutileza “astutos como serpientes y sencillos como palomas”, ¿no? Por la presentación de Bella, nuestra primera película, me da a mí ocasión para que tú y yo platiquemos de Dios, de conversión, de Misa…y eso, usando todos los medios de comunicación. Es el gancho.

Bella, ¿cumple estas expectativas?
Fue la película de temática latina más vista en Estados Unidos en 2007. Y creo que sí llega al corazón del espectador y que ha cambiado la vida de muchos. Hace un tiempo, después de pasar la película a un grupo de amigos, uno de ellos me pidió que hablar con un migo suyo de Miami que obligaba a su novia a abortar, diciéndole que si le quería, tenía que hacerlo. Tenían cita en la clínica al día siguiente. Le llamé esa misma noche. Tras quince minutos hablando le dije que si no lo quería, que me lo dieran a mí en adopción. Al día siguiente volé hasta Miami y les puse la película.

¿Y qué pasó?
Soy el padrino de la cría que nació: Bella. ¡Eso es un grandísimo honor para mí! Tuve a mi ahijada en brazos y yo la veía con esos “ojotes” tan grandes, le apretaba y me decía: “Si esta película no la ve nadie, no me importa. Valió la pena todo el trabajo que se hizo, porque este bebé es un milagro que no tiene precio”. Bella me ha cambiado la vida.

De la entrevista publicada por Jaume Figa en la revista Mundo Cristiano.