LA ERA DE LA POSMENTIRA

LA ERA DE LA POSMENTIRA

Pedro Talavera Profesor titular de Filosofía del Derecho y Filosofía Política (Univ. València).

«El triunfo del Brexit en el referéndum realizado en el Reino Unido en junio de 2016 y la victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas de noviembre de ese mismo año consolidaron la definitiva alianza entre la política y las redes sociales, haciendo emerger con fuerza el concepto de posverdad, constatando que la masiva acumulación de determinadas noticias en las redes, convertidas en medios de información preferente del ciudadano, propiciaba su aceptación como verdades. El fenómeno de las ‘fake-news’ gozó de una extraordinaria atención académica, mediática y política, en tanto que se consideró el arma principal del populismo para manipular a los ciudadanos y conseguir cuotas de poder en países de profunda raigambre democrática. Incluso se llegó a proponer un ‘ministerio de la verdad’ para salvaguardar la resquebrajada relación entre información y verdad, y entre verdad y hechos. Hoy, sometidos a una creciente tecnologización, la era de la posverdad, con la que se definieron aquellos años, aparece ya algo difuminada, frente a una nueva configuración del espacio social y político, que podríamos calificar como de la ‘posmentira’, en el cual lo que ha dejado de importar es la propia realidad. Intentaré explicarme.

El concepto clásico de verdad, definido como ‘adequatio rei et intelllectus’, remite a una realidad objetiva y previa al conocimiento. Es decir, la verdad radica en la capacidad del sujeto de expresar fielmente la realidad que conoce, sin olvidar que esa realidad es independiente del modo en el que la expresa o la comprende. La modernidad restringió este concepto a la ciencia. Por ejemplo, para calificar el agua como H2O necesito lenguaje y categorías. Pero que el agua sea H2O es absolutamente independiente de que yo la califique así. El agua ya era H2O antes del nacimiento de la química y lo seguirá siendo incluso si la humanidad se extingue. La mentira, pues, remite a la ‘inadecuación’ entre la realidad y el modo en el que el sujeto la define.

La posmodernidad eliminó la consistencia ontológica de la realidad sacándola del ámbito de lo dado (lo objetivo) e instalándola en el ámbito de lo construido, de lo disponible, de lo interpretable. Y de ahí surge el concepto de ‘posverdad’, en virtud del cual, la relación verdad-hechos se sustituye por la relación verdad-percepción emocional del sujeto. ‘Adecuatio emotionis et intellectus’. La posverdad supone una psicologización de la verdad, que se aparta del juicio racional y se convierte en una disposición anímica. La realidad consiste en la percepción emocional e ideológica del sujeto. La verdad es lo que me dicta el corazón, la mentira supone traicionar mis sentimientos. El calentamiento global, el yihadismo, la inmigración, son paradigmáticos al respecto. Afirmar una verdad en estos ámbitos no depende de los datos que se manejan sino de la posición emotiva o ideológica que uno sostiene. Quienes sostienen, por ejemplo, el predominio de las temperaturas extremadamente altas, en nada modifican la posición de quienes sostienen la frecuencia de las extremadamente bajas. La verdad ya no está fuera del sujeto, en los hechos, sino dentro del sujeto, en su percepción emocional con la realidad. Los británicos creyeron que la UE les perjudicaba, frente a la evidencia contraria de los datos. Los norteamericanos creían a Trump pese a que los hechos le desmentían. Lo mismo sucedió con los negacionistas de la pandemia y con los antivacunas. La posverdad no es una mentira bien disfrazada, es un acceso emocional, no racional, a la realidad.

Pero, a mi entender, estamos superando ese estadio y transitando hacia uno nuevo, que he denominado posmentira, propiciado por una tecnología digital que disuelve la realidad misma. En la cultura de la posverdad y las fake-news aún persistía un rescoldo epistemológico de ‘adecuación’ entre el sujeto y una realidad emocionalmente percibida, que permitía mantener la tensión verdad-mentira. En la sociedad de la posmentira desaparece la ‘adequatio’ porque ya no hay realidad con la que confrontar y eso hace que las ideas de verdad o mentira desaparezcan. Esto se constata con fuerza en el mundo digital, donde la realidad es absolutamente efímera, no es discursiva sino secuencial, se recrea a cada instante. La realidad virtual acontece a tal velocidad que cada acontecimiento dura apenas unos minutos hasta que es sustituido por el siguiente. En el mundo digital la realidad solo es el ahora. Donde no hay duración hablar de verdad o mentira carece de sentido, no cabe contradicción o adecuación a la realidad porque la realidad es fluida, se agota y se recrea a cada segundo, como se comprueba en las redes y en la permanente actualización de los diarios digitales. Y esto se proyecta también sobre la vida social y política: se puede ser hombre y mujer al mismo tiempo, se puede ser madre biológica sin haber gestado, se puede pasar de curso sin haber aprobado, se puede estar en el gobierno del Estado y estar contra del Estado, se puede encargar un espionaje al CNI y cesar a la responsable por haberlo realizado… La ley ‘Trans’ es un claro ejemplo de que la realidad ya no admite la calificación de verdadero o falso. Un ser puede no ser. Sigmund Freud habló de la personalidad madura como la aceptación del principio de realidad. Una sociedad que niega la realidad denota su preocupante y masiva inmadurez. Un irresponsable atrincheramiento en el principio de placer presagia un oscuro horizonte de neuróticas frustraciones.»