EL DEBER DE RESISTIR

EL DEBER DE RESISTIR

Artículo de opinión publicado el 20 de octubre en el diario Las Provincias por Jesus Ballesteros, Catedrático Emérito de Filosofía del Derecho y Filosofía Política, Universitat de València

Al pueblo kurdo, un pueblo con identidad propia de más de treinta y cinco millones de personas, le fue negado su derecho a la independencia desde los Tratados que pusieron fin al Imperio Otomano, después de la 1ª Guerra Mundial, el de Sevres (1920) y el de Lausanne (1923). En el primero se reconocía al menos ese derecho a los kurdos situados en territorio turco, ya que el resto seguía bajo el dominio de Francia y Gran Bretaña. En el siguiente los occidentales cedieron también ante Kemal Ataturk, dejando a los kurdos sin derechos.

Este doloroso recuerdo de las vergüenzas del pasado viene a cuento a raíz de la invasión ocurrida esta semana del territorio kurdo situado en Siria por el Ejército turco. Este acontecimiento es de una vileza tal que merece ser analizado. El principal responsable de esta vileza es el Presidente turco Erdogan, de ridículo recuerdo por su pacto con Zapatero para la Alianza de Civilizaciones. Habiendo retrocedido notablemente en las últimas elecciones municipales, ha querido recurrir al nefasto y antiquísimo recurso de la guerra para ganar votos. (Ya se sabe, es más fácil, contra chivos expiatorios).

Erdogan juega por otro lado con la insolidaridad europea ante el problema de los refugiados para chantajear a la Unión Europea amenazando con dejar salir a los millones de refugiados que contiene como Estado tapón, por acuerdo con  la propia Unión Europea.

Pero el papel más increíble pertenece una vez más a Donald Trump. Ha retirado buena parte de la tropas norteamericanas en la zona, alegando en su mensaje de Twitter de 9.10.19: “Es hora de que nos retiremos de estas ridículas guerras sin fin, muchas de ellas tribales, y devolver a nuestros soldados a casa», «LUCHAREMOS DONDE SEA POR NUESTRO BENEFICIO Y SOLO LUCHAREMOS PARA GANAR [las mayúsculas son del propio Trump]. En esta afirmación se contienen varios aspectos, todos ellos, de una gravedad inusitada.

En primer lugar, la ingratitud por la aportación de los kurdos, concretamente de los peshmergas, decisiva para derrotar al DAESH, el llamado Estado Islámico. En un mensaje posterior, Trump tratará de justificarse alegando que los kurdos no ayudaron a Estados Unidos en la invasión de Normandía. Parece un chiste de mal gusto.

En segundo lugar, su indiferencia por los efectos de la invasión turca, tanto en la población civil: “habla de ridículas guerras sin fin”, como en la seguridad humana en general, por la posibilidad nada remota de que los prisioneros yihadistas del DAESH, en manos actualmente de los kurdos, vuelvan a sus países de origen. Y causen nuevos atentados terroristas.

En tercer lugar, el cinismo en reconocer que Estados Unidos solo harán guerras para obtener beneficios, y sabiendo de antemano que van a ser guerras ganadas con claros vencedores y vencidos. Como las guerras realizadas con drones, en la que los agresores no sufrir ningún daño.

Es cierto que todo ello puede tener algún efecto benéfico. De la misma forma que la inadmisible guerra contra Iraq por las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Hussein sirvió positivamente (único efecto positivo) para que los kurdos en Iraq alcanzasen un cierto grado de autonomía, la indiferencia  de Trump ante la agresión turca podría tener el beneficio de que la mayoría republicana del Senado acabase aceptando el ‘impeachment’ para derrocarlo. Los republicanos más lúcidos ya se están dando cuenta de a quien están apoyando.